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  • Foto del escritorAlbert Altés

El Hombre Protector

Hubo un tiempo en el que la existencia del hombre para sobrevivir como individuo dependía casi exclusivamente de su habilidad para desarrollar y utilizar, a través de su ingenio, primitivas aunque eficaces armas con las que poder defenderse, logrando con ello ser capaces de saber subsistir al rigor de la guerra pero también a la incerteza relativa de la paz.


Las dudas que en la actualidad nos hacen cuestionar si serán las guerras o nuestra propia paz lo que llegue a poner fin a nuestra civilización deben de hacernos reflexionar acerca del tipo de estado que necesita el hombre para poder seguir existiendo como tal. Y debe ser esta misma reflexión la que nos permita poder juzgar el derecho del individuo a perpetuar, no tan solo la paz de la que estamos hablando, sino también a reivindicar esa sutil aunque necesaria estabilidad civil y social en la que el orden de las cosas parece ser el justo y adecuado para poder seguir disfrutando de un estado de derecho.

En nuestro mundo, la ley y la justicia no siempre caminan solidarias. Debe ser pues nuestra moral la que nos dicte, en cada caso, todo aquello que sea capaz de regir nuestras acciones así como nuestros propios sentimientos, permitiéndonos ser capaces de luchar contra la violencia, la intransigencia y el radicalismo ideológico, sea cual sea su origen y con independencia del campo de batalla en el que nos hallemos. El mundo esta lleno de frases idealistas y palabras utópicas, pero la vida; la nuestra y la de los nuestros, no tiene nada de idealista y utópica. Es tan real y efímera que puede desvanecerse en cualquier momento, y la sombra de ese presagio debe de hacernos recapacitar sobre el grado de compromiso social, personal y profesional que debemos de adoptar para luchar contra todo lo que represente una amenaza para la vida y las personas.


El camino del guerrero
"El camino del guerrero: donde la disciplina y la paz se encuentran en la lucha por un mejor mañana."

Nuestra filosofía siempre ha estado acompañada desde sus orígenes por el convencimiento ciego en la respuesta marcial que sobre los hombres y sus acciones han ido ejerciendo, primero el antiguo guerrero como soldado, y más tarde el artista marcial como budôka. Igualmente, nuestra fe marcial, fundamentada en la memoria histórica que del pasado poseemos y que a su vez es la que nos permite recuperar ese a veces perdido espíritu libre y luchador, debe permitirnos también recuperar todo ese conocimiento adquirido ya por esos antiguos y anónimos maestros que, como hombres, perdieron sus vidas por defender las de otros. Nuestros propios conocimientos sobre la vida y sobre la lucha deben a su vez permitirnos aceptar con dignidad y asumir con integridad ese -sentimiento- con el que tantos y tantos de esos hombres lucharon en el pasado y otros muchos siguen y seguirán haciéndolo en el futuro: Proteger.

Quienes dedican su vida a preservar la de los demás y a proteger con todos y cada uno de sus conocimientos el derecho inalienable a vivir y a pensar en completa, total y absoluta libertad, sienten y perciben este sentimiento de una manera mucho más cercana y distinta al resto de quienes, desde una posición más anónima, solo sufren parcialmente los estragos sociales de todas esas formas de violencia, cuyas mutaciones históricas, sociales y legales han permitido que pudieran llegar a hacerse presentes en nuestros días.


"En el sendero del guerrero, cada paso es una lección: fuerza, disciplina y sabiduría guiando el camino hacia la verdadera victoria".

Ser y sentirse fuertes, ser y sentirse libres, ser y sentirse legítimos; estos son los sentimientos que debemos percibir como individuos para poder llegar a ser capaces de recibir honestamente todo aquello que nuestra inquietud nos exija buscar. Pretender hallar, a lo largo de esa búsqueda, el conocimiento perfecto, el pensamiento perfecto o el método perfecto seria una manera, perfecta pero utópica, de malgastar nuestro escaso tiempo. Nuestro instinto debe permitir acercarnos a todas aquellas personas y cosas que sean capaces de nutrir nuestro conocimiento con experiencias, vivas y autenticas, que logren hacernos seguir siempre adelante en nuestro camino, avanzando por esa senda marcial en la que cualquiera corre el peligro de extraviarse si no se transita en la dirección adecuada.

Los caminos de los hombres pueden ser múltiples y distintos, pero el camino de ese hombre del que estamos aquí hablando es único y exclusivo. Es un camino extremadamente duro y solitario, en el que el tiempo transcurre de manera distinta, y en el que las cosas y las personas se perciben con un matiz especial. Es como uno de esos antiguos caminos de vida que ancestralmente, quienes habían asumido su condición de guerreros, debían transitar en soledad y para los que cualquier otra opción ni tan siquiera era tenida en cuenta.

La actividad multidisciplinar a la que es necesario someterse física, técnica y psicológicamente, debe de hacernos recapacitar sobre el modo y la manera de racionalizar nuestro tiempo y determinar cuales son los conocimientos reales que deben abordarse y cuantos de ellos requerirán de nosotros un adoctrinamiento especifico para llegar a ser capaces de saberlos integrar, no ya solo a nuestras rutinas cotidianas de trabajo, si no a nuestra propia vida personal. Lograr alcanzar ese equilibrio, indispensable para que toda esa formación y conocimiento marcial albergados en nuestro interior no llegue a destruirnos, tal vez sea la lucha más dura y cruenta que cualquiera de nosotros deba de librar tarde o temprano.


En ocasiones la capacidad real de éxito ante una crisis, en la que la supervivencia propia o ajena se halla seriamente comprometida, depende casi exclusivamente de esa destreza para saber utilizar de una manera eficiente cualquier recurso que esté a nuestro alcance. Depender, no tan solo de la habilidad marcial de nuestro cuerpo, sino también de esa misma capacidad para integrar el uso de esos recursos a nuestras estrategias de lucha para el combate, nos permitirá ir y ver mucho más allá, manteniendo omnipresente ese concepto de supervivencia al que nos referíamos anteriormente, y casi sin apenas esfuerzo ser capaces de impregnar con nuestros conocimientos adquiridos todas y cada una de las respuestas con las que sea necesario actuar.

Muchas y variadas son las anécdotas que con respecto al concepto de -guerrero- se ha hablado y escrito, pero lo cierto es que dicha expresión se halla unida indefectiblemente al de guerra, y eso es algo que en una sociedad civil siempre provoca rechazo, dolor y miedo. Nosotros debemos también de asumir como tales esos mismos sentimientos y saberlos valorar en su justa medida. Debemos pues saber escuchar a la sociedad, porque formamos parte de ella, debemos saber luchar por la sociedad, porque también vivimos en ella, debemos saber proteger la vida, porque sin ella nuestra sociedad no tendría ningún futuro.

La facultad del hombre para aprender suele ser consustancial con su propia capacidad para olvidar, por ello se hace necesario que en lugar de pretender memorizar técnicas y posiciones, que en el mejor de los casos únicamente logren sumergirnos en ideas confusas y movimientos abstractos, procuremos asimilar conceptos y protocolos que a corto plazo nos permitan adquirir una dinámica de trabajo capaz de fomentar esa autentica sensación de seguridad y protección que realmente desea alcanzarse.

“Lo que nos hace únicos y exclusivos no son las cosas que hacemos, si no aquellas que decidimos no llevar a cabo.“

Albert Altés – Bujinkan Shihan

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